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Ruper Ordorika: «En la música siempre hay algo terapéutico»

Rara avis, pero de sugerentes y altos vuelos, el vasco Ruper Ordorika es uno de los más atinados trovadores del folk-rock de nuestro país. «Hurrengo goizean» («A la mañana siguiente») es su nuevo disco, que hoy presenta en Madrid.
Le podía haber dado por el txistu, la txalaparta o la trikitixa, pero no, a Ruper Ordorika, vasco de Oñate, le dio, a sus diecisiete años, allá en 1973, por las baquetas, la batería y por largarse una temporada a Inglaterra «para intentar comprender las canciones que me gustaban», esto es, el rhythm and blues y el rock and roll: «Mi tiempo es el tiempo del rock - asegura-, pero para mí el rock no es sólo una serie de acordes y de clichés, es una actitud que a mí me atraía de chaval». Desde entonces, Ordorika ha desarrollado una carrera tan musicalmente honesta como poca conocida en el resto de España, aunque en su haber haya discos de gran categoría, el último de ellos «Hurrengo goizean» («A la mañana siguiente»).

Trovador, cantor y juglar eléctrico más que cantautor -«me enteré de que era cantautor la primera vez que vine a Madrid»- Ruper encontró en el rock y la música anglosajona «un camino, un lenguaje que, a mi modo, con todas mis contradicciones e incapacidades, me ha ayudado a comprender el mundo».
Contento con la repercusión de su trabajo tanto en el País Vasco como en el resto del país, a pesar de reconocer que «al cantar en euskera te engloban en el paquete de lo no homologable, y exige mucha sofisticación al oyente», este peculiar cruce entre Springsteen, Jackson Browne, Imanol y el marmitako, es consciente, igualmente, de que «todo aquél que se dedique a la música popular debe intentar que lo que hace llegue al mayor número de gente posible», vía Internet incluida.

Lector habitual de poesía -Gelman, por ejemplo, entre otros- y amigo de poetas -no hay más que echarle un vistazo a muchas de sus letras- con su nuevo álbum ha intentado «dar mucha importancia al primer aliento, no aplicarle el oficio, la autocorrección, no pasarme de listo en ese sentido, sino trabajando con una idea muy rockera, muy musical». Ordorika no se tiene por bicho raro en las abundantes y agitadas aguas de la música popular vasca, aunque reconoce que pasó momentos más crudos en su trabajo: «Hubo años muy dificiles, sobre todo de cara al exterior; en lo personal, no hubo ningún problema». Mientras, intenta mantener su independencia creativa y lírica en medio de las terribles marejadas políticas y sociales tristemente habituales en ese rincón de España, aunque siempre, de una u otra manera, en primer plano o en lontananza, estén presentes en la vida cotidiana: «Parece que en mi tierra siempre hay que tener un plus de pensamiento sobre las cosas de cada día, algo que a menudo he llegado a creer que roza lo enfermizo. Pero aun estando lejos, hay cosas que no se te van de la cabeza. La respuesta es muy difícil, pero de lo que sí estoy seguro es de que la canción, la música, están siempre en la solución de los problemas, no pueden ser el problema, aunque ocasionalmente se puedan utilizar de modo partidario y partidista, siempre hay en ellas algo terapéutico». Y hoy, en Suristán, ración doble de su propia medicina: ya saben, «Hurrengo goizean». Y que la música siga amansando a las fieras.

Manuel de la Fuente